José de los Camarones

La trayectoria de José Galán, anteriormente llamado El Bizco de los Camarones, se relaciona con la heroicidad cotidiana de Andalucía La Baja, que perduró mucho más allá de la posguerra.

José Galán, he ahí su nombre, nació en el barrio de San Miguel de Jerezde la Frontera, en 1955. Primogénito de una familia en la que contaba con trece hermanos, desde muy joven acompañó a su padre en su humilde oficio como mariscador: «A los nueve años, alternaba el canasto y el cante», recuerda el antropólogo Juan Sevilla Ordóñez, que firma un sabroso comentario musical y biográfico a su nuevo disco, Recapacitando, una producción de Unga Camelo y el primero que firma con su actual nombre artístico, José de los Camarones. 05.10.2007.

JUAN JOSÉ TÉLLEZ ofrece algunas pinceladas vitales del cantaor de La Plazuela, como el hecho de haber contraído domicilio en Ubrique, casi un retiro espiritual que le permitió la estabilidad suficiente como para afrontar una grabación como la que ahora ha puesto en circulación y que reconcilia una seguiriya que arranca por martinetes, con el cante por alegrías, una balada por bulerías o una secuencia -Transformación es su título¯en cuatro partes que él desgrana en forma de fandango, granaina, soleá y seguiriya.

Habrá cambiado de apodo, pero no de metal: su voz poderosa le hace merecer una mayor consideración que de la que hoy goza en la flamenquería. No en balde, en 1998 y en la localidad cartagenera de Lo Ferro, se hizo con el preciado Melón de Oro de su festival; seis años más tarde, regresó allí y volvió a sorprender tanto por el rigor de su repertorio como por el sabor burlesco de algunas de sus composiciones, como su celebrado Pregón del Bizco, que congenia la milonga con las bulerías.

No es la primera vez que entra en un estudio de grabación el de Los Camarones, cuyo mote profesional -por cierto- es el único lazo de unión que le vincula con el genio de La Isla. Ya grabó en su día un solvente disco titulado con justicia El cante en su pureza y, tras figurar en antologías como Jerez canta por soleá y seguiriya, en la que compartía cante con Manuel Simón, Pepe Alconchel y Joaquin El Zambo. Pero su obra más madura fue Cuatro jinetes negros, con un contundente repertorio que conciliaba tangos, fandangos, bulerías, soleares, pero también granainas entreveradas de verdiales, cartageneras o lo que él llama aires de La Unión, con la fuerza del levante, claro es. En dicha obra, le escoltaba la guitarra del algecireño Salvador Andrades.

Y en Recapacitando, lo hace el hijo de este tocaor, ese brillantísimo José Manuel León, un discípulo de Gerardo Núñez que ha sorprendido a la afición con su primer disco en solitario, Sirimusa. Aquí, se codea con músicos como Andrés Herrera El Pájaro -guitarra eléctrica y española-; Carlos Ortega, a la percusión; José Pulido, al bajo; Francisco Ruiz, a la trompeta y la estadounidense Sarah Haraldson, a la flauta. Se trata, en primer lugar, de un buen disco flamenco. Pero su sabiduría jonda no sólo es obra del talento sino también del sacrificio que ha llevado a la decantación de un ser humano. José ha librado con suerte la mayor de las batallas: contra el lado oscuro de sí mismo.

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